domingo, 10 de octubre de 2010

MADRE YASODA ATA AL SEÑOR KRISHNA ( Sri Damodara )


El Señor Damodara es Krishna Mismo, y se Le llama así al realizar un pasatiempo muy hermoso y dulce, cargado de enseñazas, cuando robó mantequilla a su Mamá Yasoda.

Una vez, viendo que su doncella de servicio estaba ocupada en diferentes deberes domésticos, madre Yasoda se puso a batir la mantequilla ella misma. Y mientras batía, cantaba los pasatiempos infantiles de Krishna y gozaba pensando en su hijo.

Mientras ella batía la mantequilla, sujetó firmemente el extremo de su sari, y debido al intenso amor que ella sentía por su hijo, de sus pechos brotaban automáticamente gotas de leche. Sus pechos se movían mientras ella trabajaba muy arduamente batiendo con las dos manos. Las esclavas y pulseras de sus brazos producían un alegre tintineo al chocar entre sí, y sus aretes y pechos se estremecían. Había gotas de sudor en su rostro, y la guirnalda de flores que tenía sobre la cabeza se esparció de un lado a otro. Ante aquel cuadro tan pintoresco, el Señor Krishna apareció como un niño. Tenía hambre, y, debido al amor que sentía por Su madre, quiso que ésta dejara de batir la mantequilla. Él indicó que la ocupación principal de Yasoda era darle de mamar, y que batiera mantequilla más tarde.

Madre Yasoda puso a Krishna en su regazo, y le metió el pezón de su pecho en la boca. Mientras Krishna chupaba la leche, Yasoda sonreía, disfrutando de la belleza del rostro de su hijo. De pronto, la leche que se encontraba en el fuego comenzó a hervir. Para evitar que la leche se derramase, madre Yasoda puso a Krishna a un lado y se dirigió hacia el fogón. Abandonado por Su madre en esa condición, Krishna se disgustó mucho, y la furia enrojeció Sus ojos y Sus labios. Entonces, apretando Sus dientes y Sus labios, el Señor tomó una piedra e inmediatamente rompió la olla de mantequilla, cogió un poco de mantequilla, y, con lágrimas fingidas en Sus ojos, se puso a comérsela en un lugar apartado.

Mientras tanto, madre Yasoda regresó a batir la mantequilla después de evitar que la leche se derramara. Ella vio que la olla en la cual se guardaba la mantequilla batida estaba rota. Y al no encontrar a su hijo, llegó a la conclusión de que aquello era obra de Él. Yasoda sonrió al pensar: «Este niño es muy listo. Después de romper la olla, se ha ido por temor al castigo». Luego de buscar por todas partes, Yasoda encontró a Krishna sentado sobre un mortero de madera que estaba volteado. El Señor tomaba mantequilla de una olla que colgaba del techo, y con ella alimentaba a los monos. Yasoda vio que Krishna, consciente de Su travesura, miraba para todos lados por temor a Su madre. Al ver a su hijo haciendo eso, Yasoda se le acercó muy silenciosamente por detrás. Krishna, no obstante, la vio acercarse con una vara en la mano, e inmediatamente Se bajó del mortero y huyó temerosamente.

Madre Yasoda persiguió al Señor por todos los rincones, tratando de capturar a la Suprema Personalidad de Dios, a quien nunca se le acercan ni siquiera las meditaciones de los grandes yogis. En otras palabras, Krishna, la Suprema Personalidad de Dios, a quien nunca atrapan los yogis y especuladores, actuaba tal como un niño pequeño, para una gran devota como madre Yasoda. Madre Yasoda, sin embargo, debido a su delgada cintura y a su pesado cuerpo, no pudo atrapar con facilidad al niño, el cual corría rápidamente como le fue posible. Su cabello se soltó y la flor que adornaba su cabeza cayó al suelo. A pesar de estar cansada, Yasoda alcanzó y capturó a su traviezo niño. Una vez capturado, Krishna estaba a punto de llorar, y con Sus manos se restregaba los ojos, que estaban ungidos con cosmético negro. El niño vio el rostro de Su madre cuando ella se paró frente a Él, y Sus ojos se pusieron inquietos por el temor. Madre Yasoda pudo comprender que el temor de Krishna era innecesario, y para Su beneficio quiso mitigar Sus temores.

Madre Yasoda, la más elevada bienqueriente de su hijo, se puso a pensar: «Si el niño me teme demasiado, no sé qué podrá ocurrirle». Madre Yasoda entonces arrojó lejos la vara que llevaba. Mas, para castigar a su hijo, decidió atarle las manos con unas cuerdas. Ella lo ignoraba, pero en realidad era imposible que ella atara a la Suprema Personalidad de Dios. Madre Yasoda creía que Krishna era su pequeño hijo. Ella no sabía que el niño no tenía ninguna limitación. No hay interior ni exterior de Él, ni principio ni fin. Él es ilimitado y omnipresente. En efecto, Él Mismo es toda la manifestación cósmica. Sin embargo, madre Yasoda creía que Krishna era su hijo. Aunque el Señor se encuentra más allá del alcance de los sentidos, Yasodaintentó atarlo al mortero de madera, pero cuando ella trató de amarrarlo, se encontró con que la cuerda que estaba usando era muy corta:


le faltaban dos pulgadas. Por consiguiente, consiguió más cuerdas en la casa y las unió, pero siempre encontró que faltaba lo mismo. Después de unir todas las cuerdas que había en la casa, al hacer el nudo final, a la cuerda todavía le faltaban cinco centímetros. Yasoda sonrió maravillada. ¿Cómo ocurría eso?
En el intento de amarrar a su hijo, Yasoda se cansó; ella transpiraba y la guirnalda que estaba sobre su cabeza cayó al suelo. Entonces, el Señor Krishna apreció la ardua labor de Su madre, y, compadecido, accedió a ser atado con esas cuerdas. Krishna, actuando como un niño humano en la casa de madre Yasoda, llevaba a cabo Sus propios y selectos pasatiempos. Por supuesto que nadie puede controlar a la Suprema Personalidad de Dios. El devoto puro se rinde a los pies de loto del Señor, el cual puede protegerlo o destruirlo. Pero, por su parte, los devotos jamás olvidan su propia posición de entrega. En forma similar, el Señor también siente un placer trascendental al someterse a la protección del devoto. Krishna dio su ejemplo de esto al rendirse a Su madre, Yasoda.

Krishna es para Sus devotos el supremo otorgador de todas las clases de liberación; pero ni el Señor Brahma, ni el Señor Siva, ni la diosa de la fortuna experimentaron jamás una bendición tal como la que Krishna le otorgó a madre Yasoda.
La Suprema Personalidad de Dios, a quien se conoce como el hijo de Yasoda y Nanda Maharaja, jamás es conocido en forma muy completa por los yogis y especuladores. Pero Él les resulta fácilmente asequible a Sus devotos. Los yogis y especuladores tampoco aprecian al Señor como la fuente suprema de todos los placeres.

Después de atar a su hijo, madre Yasoda se entregó a sus quehaceres domésticos. En ese momento, Krishna, atado al mortero de madera, pudo ver tras de Él dos árboles conocidos como árboles arjuna. El Señor Sri Krishna, la gran fuente de todos los placeres, pensó para Sí: «En primer lugar, mamá Yasoda se fue sin darme suficiente leche, y por eso rompí la olla de yogur y a manera de caridad les distribuí a los monos la provisión de mantequilla. Ahora, Me ha atado a este mortero de madera. Mi siguiente travesura será todavía peor». Y así, el Señor pensó en derribar los dos árboles arjuna, los cuales eran muy altos.

Hay una historia detrás del par de árboles arjuna. En sus vidas anteriores, esos árboles habían sido seres humanos, hijos de Kuvera, y sus nombres eran Nalakavara y Manigriva. Ahora, por fortuna, el Señor los había visto. En su vida anterior, el gran sabio Narada Muni los había maldecido para que un día recibieran la bendición más elevada de todas: ver al Señor Krishna. Esta maldición-bendición se les otorgó como resultado de su olvido, causado por la embriaguez. El capítulo siguiente narra esta historia.

Así termina el significado de Bhaktivedanta, del Noveno Capítulo del libro Krishna, titulado: «Madre Yasoda ata al Señor Krishna».

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