sábado, 18 de septiembre de 2010
Las cualidades de un predicador genuino de la conciencia de Dios
El Srimad-Bhagavatam declara que cualquier predicador genuino de la conciencia de Dios debe tener las cualidades de titiksa (tolerancia) y karuna (compasión). En la personalidad del Señor Jesucristo encontramos ambas cualidades. Él fue tan tolerante que, incluso mientras estaba siendo crucificado, no condenó a nadie. Y fue tan compasivo, que oró a Dios pidiéndole que perdonara a las mismas personas que estaban tratando de matarlo. (Desde luego, ellos no podían verdaderamente matarlo. Pero estaban pensando que él podía ser muerto, así que estaban cometiendo una gran ofensa.) Mientras Cristo estaba siendo crucificado, oró: «Padre, perdónalos. No saben lo que hacen».
Un predicador de la conciencia de Dios es amigo de todos los seres vivientes. Jesucristo dio ejemplo de esto al enseñar: «No matarás». Pero a los cristianos les gusta malinterpretar esa instrucción. Ellos creen que los animales no tienen alma, y, por lo tanto, creen que pueden matar libremente billones de animales inocentes en los mataderos. Así pues, aunque hay muchas personas que pretenden ser cristianas, sería muy difícil encontrar a una que siga estrictamente las instrucciones de Jesucristo.
Un vaisnava se siente infeliz al ver el sufrimiento de otras personas. Por lo tanto, Jesucristo accedió a ser crucificado: para liberar a los demás de su sufrimiento. Pero sus seguidores son tan infieles que han decidido: «Sigamos cometiendo pecados, y que Cristo sufra por nosotros». Ellos aman a Cristo tanto, que piensan: «Mi querido Cristo, somos muy débiles. No podemos dejar nuestras actividades pecaminosas. Así que, por favor, sufre por nosotros».
Jesucristo enseñó: «No matarás». Pero sus seguidores han decidido ahora: «Matemos de todas maneras», y abren grandes, modernos, y científicos mataderos. «Si hay algún pecado, Cristo sufrirá por nosotros.» Ésa es una conclusión de lo más abominable.
Cristo puede sufrir por los pecados anteriores de sus devotos. Pero, en primer lugar, ellos tienen que estar cuerdos: «Por qué voy a hacer que Jesucristo sufra por mis pecados? Detendré mis actividades pecaminosas».
Supóngase que un hombre —el hijo favorito de su padre— comete un asesinato. Y supóngase que piensa: «Si se presenta algún castigo, mi padre puede sufrir por mí». ¿Lo permitirá la ley? Cuando el asesino es arrestado y dice: «No, no. Libérenme a mí y arresten a mi padre; yo soy su hijo mimado», ¿accederán los oficiales de la policía al pedido de ese necio? Él cometió el asesinato, pero, ¡piensa que su padre debe sufrir el castigo! ¿Es ésa una proposición cuerda? «No. Usted ha cometido el asesinato; usted debe ser ahorcado.» En forma similar, cuando alguien comete actividades pecaminosas, debe sufrir él, no Jesucristo. Ésa es la ley de Dios.
¡Jesucristo fue una personalidad tan grande!, el hijo de Dios, el representante de Dios. Él no era culpable de nada. Aun así, fue crucificado. Él quería distribuir conciencia de Dios, pero a cambio lo crucificaron; fueron así de desagradecidos. Ellos no pudieron apreciar su prédica. Pero nosotros lo apreciamos, y le damos pleno honor como representante de Dios.
Por supuesto que el mensaje que Cristo predicó estaba ajustado a su tiempo, lugar y país particulares, y era justamente el adecuado para un grupo particular de personas. Pero, desde luego, él es el representante de Dios. Por lo tanto, nosotros adoramos al Señor Jesucristo y le ofrecemos reverencias.
Una vez, en Melbourne, un grupo de ministros cristianos vino a visitarme. Me preguntaron: «¿Qué idea tiene usted de Jesucristo?». Yo les dije: «Él es nuestro guru. Él está predicando conciencia de Dios, así que es nuestro maestro espiritual». Los ministros apreciaron mucho esto.
En verdad, todo aquel que está predicando las glorias de Dios debe ser aceptado como guru. Jesucristo es una de esas grandes personalidades. No debemos pensar en él como si fuera un ser humano común. Las Escrituras dicen que todo aquel que considera al maestro espiritual un hombre común tiene una mentalidad infernal. Si Jesucristo hubiera sido un hombre común, entonces no habría podido distribuir conciencia de Dios.
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