viernes, 17 de septiembre de 2010

MADHYA LILA. 16. EL viaje hacia Vraja



El Gran Maestro continuó Su viaje y llegó a Puri poco antes de comenzar la estación de las ­lluvias. Después de Su llegada a Puri, donde permaneció durante cuatro meses, Sri Caitanya comentó: “Yo herí los sentimientos de ­Gadadhara Pandita y por eso no se materializó Mi viaje a Vraja‑vrndavana”. Cuando Sri ­Caitanya preparaba Su viaje, uno de Sus devotos más sinceros, de nombre Nrsimhananda, escuchó la noticia. Él sabía que los caminos a Vraja eran sumamente peligrosos y difíciles de recorrer a pie. Su corazón se afligió sobrema­nera al pensar en todas las vicisitudes que su amado Maestro, Sri Caitanya, tendría que sobrellevar en una travesía tan inhóspita y ardua. Pensando de esta manera, comenzó a reconstruir en su mente todos los senderos de la ­manera más hermosa. Reconstruyó y pavimentó por completo todos los caminos para que los pies de Sri Caitanya no se lastimaran.

También sembró encantadores árboles umbrosos y bellas plantas ornamentales a orillas del sendero, para que su Señor y Gran Maestro, Sri Caitanya, pudiese resguardarse del sol abrasador en Su camino a Vraja‑vrndavana. Mentalmente excavó bellos lagos a ambos lados del camino, para que Su Maestro tuviese agua cristalina para beber y refrescarse, bañándose en ellos. Sin embargo, Nrsimhananda sólo pudo construir esos caminos, sembrarlos de árboles y plantas, y excavar esos profundos pozos, hasta ­Canainatsala. Allí su meditación quedó ­interrumpida y no se pudo volver a concentrar, a pesar de sus reiterados esfuerzos. Así, los caminos que preparó en su mente, sólo llegaron hasta Canainatsala. Nrsimhananda predijo ­entonces ante todos los devotos, que el Gran Maestro Sri Caitanya no iría a Vrndavana ese año, sino que regresaría a Puri desde ­Canainatsala. Al principio nadie le creyó, pero más adelante pudieron comprender que ­Nrsimhananda decía la verdad.

En el mes de octubre, el Gran Maestro Sri ­Caitanya volvió a emprender Su viaje desde Puri hacia Vraja‑vrndavana. Esta vez estaba ­decidido a ir solo, pero los devotos trataron de convencerle y finalmente aceptó llevar consigo a un Brahmana devoto llamado Balabhadra Bhattacarya. Se le encomendó la tarea de llevar el recipiente para agua y las ropas del Señor, así como también recolectar alimentos para cocinar durante la travesía. Él se ocuparía de satisfacer todas las necesidades personales del Señor.

Temprano una mañana, el Gran Maestro Sri Caitanya despertó a Balabhadra de su sueño y sigilosamente inició su viaje a Vraja‑vrndavana. En vez de tomar el camino principal desde ­Orissa hasta la parte alta de India, Sri Caitanya siguió el sendero poco frecuentado que atravesaba la selva de Jharikanda. Este sendero ­selvático era muy bello, pero muy desolado y sumamente peligroso. Con frecuencia encon­traban en el camino muchas bestias salvajes y feroces, que en ocasiones venían en grandes manadas, y cuya hambre no entendía de discriminación. Mientras el aterrado Balabhadra ­temblaba de miedo, el Gran Maestro Sri ­Caitanya permanecía en el éxtasis del canto de los santos nombres de Krsna. De este modo, Él atravesó esta inhóspita selva sin percatarse de los peligros y obstáculos. Un día, encontraron a un tigre atravesado en el camino. Sri Caitanya, como de costumbre, iba absorto en Su éxtasis devocional, no vio al tigre echado en el camino y tropezó con él. El Gran Maestro Sri Caitanya exclamó entonces: “¡Krsna Krsna!” El tigre se levantó de inmediato y extático comenzó a ­danzar, cantando: “¡Krsna Krsna!”.

En otra oportunidad, cuando Sri Caitanya se estaba dando un baño en el río, llegó una ­manada de elefantes salvajes con el propósito de beber agua. Mientras se bañaba, el Gran Maestro tomó un poco de agua en Sus manos, y la salpicó sobre las cabezas y los cuerpos de los elefantes, al tiempo que exhortaba: “¡Canten el santo nombre de Krsna! ¡Canten el santo ­nombre de Krsna!” Tan pronto como el agua tocó los cuerpos de los elefantes, ellos comenzaron a cantar el santo nombre de Krsna y ­danzaron llenos de gozo. Algunos elefantes, en gran éxtasis, cayeron inconscientes al suelo, mientras otros corrían locamente por todas ­partes debido al gozo del canto del santo ­nombre. Otro día, numerosos tigres y venados corrieron hacia el Maestro, cantando: “¡Krsna Krsna!” y siguieron a Sri Caitanya por largo trecho. Cuando el Gran Maestro Sri Caitanya cantaba los dulces santos nombres de Krsna, los tigres, los elefantes, y otros animales salvajes, comenzaban a llorar y a danzar llenos de gozo, y olvidaban su natural animadversión. Los ­pavos reales danzaban alborozados y caminaban junto al Señor, gritando y exclamando ­gozosos el nombre de Krsna. Al escuchar los melodiosos sonidos trascendentales de los ­santos nombres de Krsna en el Maha‑mantra, pronunciado por los labios de loto del Gran Maestro Sri Caitanya, las enredaderas y los ­árboles marchitos, de inmediato reverdecían y florecían con intensa frescura.

Todas las entidades animadas e inanimadas de la selva de Jharikanda enloquecían de gozo al escuchar el dulce canto transcendental de los santos nombres de Krsna. Cuando el más grande de los Maestros se dirigía a Vraja, estaba totalmente inmerso y subyugado por los sentimientos de Sri Radha buscando intensamente a Su ­Señor. Cantaba y danzaba bienaventuradamente en alabanza a Su amado Señor Krsna. A lo largo de Su Travesía a Vraja, la esperanza de ver a Su amado Krsna se ­incrementaba, se intensificaba cada vez más. Permanecía abstraído en el ­éxtasis más profundo y el universo entero ­danzaba jubilosamente al son del santo nombre de Krsna. Cuando los sagrados pies del Gran Maestro tocaban la ­tierra, todas las entidades animadas e inanimadas eran inmensamente ­bendecidas por Su divina presencia.

El Gran Maestro Sri Caitanya se daba tres baños al día, en manantiales, ríos o cascadas. Para las comidas del Señor, Balabhadra preparaba los comestibles que obtenía en el bosque, y Él los saboreaba con el mayor de los deleites. Cuando las noches eran frías, Balabhadra recogía en el bosque madera seca y encendía una hoguera para calentarle. A veces, el Gran Maestro Sri Caitanya exclamaba a gran voz: ¡Oh! ¡Qué gozo tan inconcebible experimentan aquellos que viajan a Vraja‑dhama a través de bosques y selvas, puesto que para ellos no existe ni la más leve dificultad! A través de los labios de ­Sanatana, Krsna Me enseñó esta maravillosa lección. Por eso estoy experimentando tanta bienaventuranza en Mi camino a Vraja”. ­Algunas veces el Gran Maestro Sri Caitanya abrazaba a Balabhadra y le elogiaba diciendo: “¡Debido a tu asociación experimento tan ­inmenso placer en el camino a Vraja‑dhama!” Al escuchar estas palabras, Balabhadra glorificaba al Gran Maestro Sri Caitanya, diciendo: “¡Mi querido Maestro! ¡Tú eres el Señor ­Supremo! Por Tu profunda compasión has ­derramado Tu gracia sobre este Balabhadra, quien no es mejor que un cuervo. Tú has ­aceptado comer los alimentos que yo cocino y admites el servicio de mis manos. ¡Oh mi más bello y compasivo Maestro! Tú has convertido a este pequeño cuervo en el poderoso Garuda”.

Después de atravesar Jharikanda, el Gran ­Maestro Sri Caitanya llegó a la ciudad de ­Varanasi, también conocida como Kasi‑dhama. El Maestro se estaba dando un baño en el ­Manikarnika‑ghata, cuando encontró a Tapana Misra. Tapana Misra era un Brahmana oriundo de Bengala Oriental. Cuando Sri Caitanya visitó Bengala Oriental como Nimai Pandita, en ­compañía de Sus estudiantes, Tapana Misra se acercó a Él y le imploró que aclarara sus dudas religiosas. Nimai así lo hizo y le pidió que fijara su residencia en Varanasi. Ahora, a petición de Tapana Misra, el Gran Maestro Sri Caitanya aceptó Su hospitalidad. En el camino a la casa de Tapana Misra, visitó los templos de ­Visvesvara y Bindu‑madhava.

Una vez en el hogar de Tapana Misra, Sri ­Caitanya recibió la visita de Su viejo amigo Candrasekhara, y para complacer el intenso ­deseo de ambos, decidió permanecer unos días más en Varanasi. Debido a que Candrasekhara era un viejo amigo, decidieron que el Gran ­Maestro permanecería en la casa de Candrasekhara y ­tomaría Sus alimentos en la casa de Tapana Misra. Por aquel entonces, Varanasi era el ­baluarte de los monjes monistas, situación que se remontaba a los días de Sankaracarya. ­Prakasananda Sarasvati era el líder de este ­grupo de monistas. Cuando se le informó a ­Prakasananda acerca del Gran Maestro Sri ­Caitanya, el monista comenzó a injuriarle. Un Brahmana Marathi que se había apegado mucho al Gran Maestro, le informó a Sri Caitanya ­acerca de la situación. Sin embargo, Sri ­Caitanya ignoró sus insinuaciones y muy ­discretamente declinó la invitación del ­Brahmana para comer en su casa. El Gran ­Maestro Sri Caitanya comentó jocosamente que había ido a Varanasi a vender Su Bhava‑kali, Su amor por Krsna, pero en vista de que nadie quería pagar el precio, no había encontrado compra­dores. Como la carga era muy pesada para ­llevarla de regreso, estaba dispuesto a venderla por un valor nominal. A la mañana siguiente, después de permanecer en Varanasi diez días, continuó ­felizmente Su travesía hacia Vraja‑dhama.

Su próximo alto en el camino fue en Prayaga, donde permaneció durante tres días. Allí, se bañó en la sagrada confluencia de los ríos ­Ganges, Yamuna y Sarasvati. Con profundos sentimientos de amor, el Gran Maestro Sri ­Caitanya saltó al Yamuna, experimentando un gran gozo extático. En Prayaga, también visitó el Templo de Madhava para ofrecer Sus respetos. Luego, continuó Su viaje hasta Mathura, a lo largo de las sagradas riberas del Yamuna, pasando la noche donde fuese necesario. ­Cuando llegó a Mathura, el lugar de nacimiento de Krsna, corrió directamente hacia Visrama‑ghata, a orillas del Yamuna, y arrobado por el amor devocional comenzó a cantar y danzar. Visitó la Deidad en el Templo de Kesava y ofreció Sus humildes respetos ante ella. Todos en Mathura quedaron asombrados al percibir en el Gran Maestro tan profundos sentimientos de amor por Krsna. El sacerdote del Templo de Kesava le ofreció una guirnalda y convenció a la multitud de que una personalidad divina ­había llegado a Mahura para liberarlos.

El Gran Maestro Sri Caitanya se bañó en los veinticuatro balnearios sagrados más importantes a orillas del Yamuna y visitó muchos otros lugares de peregrinaje en Mathura. A la orilla del camino se encontró con rebaños de vacas, y se detenía frente a ellas para observarlas con regocijo. Las vacas se acercaban a Él y afectuosamente lamían Su cuerpo. A cambio, Sri ­Caitanya amorosamente les daba palmadas en sus lomos. Cuando prosiguió Su camino, ellas le siguieron jubilosas por algún trecho. Los pastores de vacas enfrentaron grandes dificultades para reunirlas y llevarlas de vuelta con ellos, porque se negaban a dejar la compañía del Gran Maestro Sri Caitanya.

Manadas de ciervos se acercaban corriendo para escuchar el canto del santo nombre en labios del Gran Maestro, y lamían Su cuerpo con profundo afecto. Los cuclillos modulaban la quinta nota mientras los pavos reales danzaban alboro­zados. Siempre que el Gran Maestro Sri Caitanya veía los azules cuellos de los pavos reales, ­recordaba a Krsna. Igualmente, al presenciar el sentimiento devocional del Gran Maestro, un Brahmana se entregó a la danza con gran gozo. El Gran Maestro Sri Caitanya estaba conven­cido de que el Brahmana era un devoto de alto nivel, y llamándole a un lado, preguntó: ­”¿Dónde obtuviste semejante amor extático por el Señor?” El Brahmana contestó humilde­mente: “Soy un discípulo de Madhavendra Puri”.

Al escucharle, el Gran Maestro Sri Caitanya se postró de inmediato a los pies del afortunado Brahmana, ofreciendo Sus respetos, porque Madhavendra Puri era el preceptor de Su ­Maestro Espiritual. Sri Caitanya explicó al Brahmana cuál era el vínculo espiritual que los unía, y el sencillo Brahmana reinició su danza con acrecentado éxtasis. Cuando el Gran ­Maestro Sri Caitanya escuchó que en una ­oportunidad Madhavendra Puri había aceptado una invitación para comer en la casa del ­Brahmana, sugirió que Él debía hacer lo mismo. El Brahmana objetó, señalando humildemente que era un Brahmana Sanaudiya. Por lo general, los monjes no aceptaban alimentos de tales Brahmanas y Sri Caitanya podría ser blanco de críticas si rompía esa tradición. Sin embargo, Sri Caitanya insistió en seguir el ejemplo de Madhavendra Puri y tomó Sus alimentos en la casa del Brahmana. Más tarde, éste le mostró la ciudad de Mathura al Gran Maestro, quien luego prosiguió Su camino hacia Vrndavana.

En el trayecto, Sri Caitanya fue arrebatado por el éxtasis en varias ocasiones. En vez de caminar, danzó desde Mathura hasta Vrndavana. Su amor divino se incrementó miles de veces y todas las entidades vivientes de Vrndavana ­cantaron con Él los dulces santos nombres de Krsna. A su paso, Sri Caitanya abrazó cada árbol y cada enredadera. Los loros llamados Suka y Sari volaron para posarse en el regazo del Gran Maestro. El loro Suka constantemente canta las glorias de Krsna, y la lorita Sari canta sin cesar las glorias de Sri Radha. Estos dos loros compiten entre ellos para establecer cuál amor es más grande, si el de Radha por Krsna, o el de Krsna por Radha. Cuando Sri Caitanya escuchó las canciones de estos loros, Su dicha no tuvo límites. En Vraja‑dhama, Él permaneció día y noche, profundamente inmerso en el amor por Krsna. El Gran Maestro seguía Su rutina diaria de aceptar alimentos como sustento, simplemente por hábito. Después de llegar a ­Vrndavana, se sumergió en el más profundo de los éxtasis, y mientras permaneció allí, ese ­éxtasis se incrementó millones de veces más.

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